miércoles, 25 de febrero de 2015

ERA ELLA




Era ella, ¿alguna vez sentiste esa sensación de haberla encontrado? a esa persona especial, que sin precisar de mucho, te das cuenta al instante de quien es, que es y que puede ser para ti. Esa sensación de estar mirándola mientras te habla y sentir ese cosquilleo que va seguido de una subida de adrenalina que provoca una parálisis de tu mente y cuerpo incapacitándote para cualquier reacción. Ese cruce de miradas desde lejos que lo dicen todo, unos segundos y una sonrisa era suficiente. Que clase de bruja era ella que hacía con mi mente lo que quería y que egoísta que no me dejaba sufrir en soledad.


Desde antes de nuestra primera cita sabíamos que no podríamos estar juntos durante mucho tiempo, que íbamos a sufrir, que era una lucha contra el tiempo, ella tenía su camino y yo no podía seguir el mismo, ¿pero no es ya la vida demasiado corta como para no vivirla? 
No nos gustábamos, iba más allá de simples palabras como amor, era una conexión que nunca antes había sentido, una sensación de ligereza de mi cuerpo que me permitía volar despierto. Llega un momento en que lo que sientes es tan intenso e inexplicable que no puedes tratarlo de amor. Yo la escuchaba hablar, me encantaba todo de ella. Pasaban los días, no era posible dormir sin verla, no era posible dormir sin ella. No era posible ser más feliz… 

Citas a escondidas que hacían de esa relación algo más intenso y pasional. Quedadas en lugares extraños y momentos dignos de grandes películas. Yo la quería. Pero a comienzos de la segunda estación surgió nuestro final. Los dos lo sabíamos, no lo queríamos. 
La última cita llegó, no hizo falta hablar, una de nuestras miradas y lo dijimos todo. Y esa última noche, al lado del canal y bajo esa luna casi llena que nos iluminaba y reflejaba en el agua, la besé. Y con ese último beso, me duermo cada noche para verla allá, donde nadie puede ponernos un final, juntos, en nuestros sueños.

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